lunes, 22 de marzo de 2010

Los pasos




Es el cuarto chiste que cuento esta noche. Levanto la mirada y de nuevo me siento solo en una mesa completa de tres. Observo, en un rudo y escandaloso silencio, la forma en que os miráis, o mejor dicho, en que dejáis de hacerlo cuando conscientes caéis en la cuenta de mi presencia. Volvéis a ser sólo dos, para qué más.


Parece que cuanto más lo miro más extraño es. Como cuando repites tanto una palabra que acaba por sonar absurda en tu mente. ¿Por qué te dejaría pintar aquel azulejo?. Es mi cocina coño. Es el maldito piso que pago cada mes, el mismo piso de dos que huele a solitario, al igual que la cama, idéntico a nuestras sábanas, equivalente a uno de tus besos, ídem a tus abrazos. Y da igual cuantas tortugas más metas en el terrario; tú y tu puta manía de traer bichos a los que alimentar a casa. Tú y tu puta manía de sustituirme con cualquier cosa. Ahora preparas con cariño comida para una planta carnívora a la que has puesto nombre de persona, y hasta de ella podría ponerme celoso. De modo que vuelvo hacia el azulejo dispuesto a frotar hasta dejarme las manos. Ojalá fuera tan fácil borrarlo también de mi mente.


Un símbolo de cariño dijiste. Es un "para siempre", convertido ahora con sencillez en un "hasta nunca". Hubiera preferido un "te quiero" sincero de tu boca, uno sólo, así te habrías ahorrado mil pinchazos en la piel y 60 euros. Esconde ahora esa íntima muestra de cariño a todos los que suden en tus sábanas; sí, las mismas que huelen y olerán siempre a vacío. Da igual cuanto busques en ellas princesa, ahí no está la felicidad que tanto ansías.


Deja de mentir. Para ya. Los dos sabemos la verdad. No existe el amor, es sólo un reflejo efímero en el fondo del vaso de un bebido, y al despertar se ha esfumado, dejando en su lugar una sucia y aspera resaca. Yo no pondré fin a esto. Demasiado cómodo, y supongo que tú piensas igual. Desmesuradas explicaciones que dar. Excesivas preguntas que responder. ¿Para qué engañarnos?, esta noche volveré a dar de comer a tu perro. Mañana volveré a recoger tu ropa. Y tú...seguirás llenando tus quebradizos vacíos con caricias de otros, a disimular al mirarte con mi mejor amigo, en la misma mesa de tres donde yo contaré mi quinto chiste al intentar encubrir el silencio que vuestras envidiadas miradas dejan al desnudo.