martes, 4 de enero de 2011

Tuve que huir


Papá ha intentado demasiadas veces arreglar el chirrido de la puerta de este armario, todas y cada una de ellas en vano. A pesar de su persistencia la madera se resiste a dejar de cantar lo que se asemeja, al menos para mí, a un áfono interrogante de una pregunta que jamás nadie pudo contestar…de una cuestión que aún hoy proseguimos haciéndonos todos. Y es la primera vez que el desafío ofrecido por ese estremecedor sonido, no consigue erizar el bello de mis brazos. Te asombrará también saber, Viti, que he logrado subirme a la inestable escalera roja; sigue moviéndose, pero hoy no son aquellos duendes juguetones, que un día juraste ver, los que la zarandean…ellos han desaparecido junto a ti, junto a nuestra inocencia, y han dejado paso a la simple ausencia de la tapa posterior izquierda, contigua al primer peldaño. Se camufla en el fondo de un olvidado estante, polvoriento e inalcanzable, una caja azul; tan intenso, que parece increíble pasara desapercibida antes. Sospecho contendrá esa añoranza que una vez lastimó tanto, el corazón está cansado…y la amargura sigue sin aliviarse. Y en efecto, allí están aquellos juguetes con los que soñaste ser Peter Pan, con los que convertías la casa en el submarino de Julio Verne, aquellos que papá escondió, llegado el momento, para ayudarnos a crecer... para ayudarnos a crecer. Huelen a ti. Exhalo una vez más la fragancia de la alegría, el perfume de tu felicidad. No me acostumbro a ser la hermana mayor. Y es ahora cuando, lo no alcanzado por la chirriante madera, es conseguido por tus recuerdos…estremezco de nuevo; es una curiosa manera de volver a sentir que sigo viva. No eres consciente de cuánto amor te has llevado. Mamá y Papá no son los mismos desde que no estás. “Elisa” ya no suena en el piano…y sospecho que mamá no conserva la partitura. El papel de las paredes es más gris que nunca, y la brisa que entra por las ventanas no logra arrastrar esta pesadumbre con ella. Ojalá pudieras volver…si supieras cuántas veces al despertar he rogado que todo fuese una amarga y execrable pesadilla…tuve que huir Viti. Tuve que escapar de esta continua aflicción. Maldita sea, llevo tanto tiempo evitando lo inapelable, parece que jamás cicatrice la herida. Y ni siquiera recuerdo el olor de la lluvia en el jardín, el orden de los cubiertos en el cajón…o la sonrisa de papá cuando abrazaba a mamá. Las paredes esperan ansiosas otro resquicio del júbilo que tu pintabas en sus días, y que saben no volverán a advertir. Es curioso…tú te has ido, pero los verdaderos fantasmas nos quedamos en esta casa.