lunes, 3 de diciembre de 2018

Sopa de cebolla

Ya sabíamos que era así, cualquiera que me conozca un poco lo sabe. Entre los valores aprendidos, los que me importan y guían, siempre ha prevalecido tratar de ser generosa y amable con los demás. Lo que no me enseñaron en su día es que, demasiado a menudo, la gente no responde en la misma medida. Decepciones, esa es la palabra, y duelen.

No te avisaron que a veces duelen muchísimo.

Así que oyes algún "lo siento" que no sienten.  Y no puedes evitar poner la otra mejilla, siempre acabas poniéndola, porque no puedes dejar de ser quien eres.

Escuchas un "yo antes era así, pero aprendí que hay personas que no merecen la pena" y algún "cuando no esperas nada de nadie, no pueden decepcionarte", que sabe a razón y a gloria, pero que es pura filosofía Aristotélica dibujada en la arena. Y te planteas si deberías cambiar, si algún día tú también cambiarás. Pero con sinceridad no lo crees. Porque te ha tocado la maldición de que te importe. Te ha tocado ser de las que prefieren ser la decepcionada a la que decepciona, y mañana te volverá a tocar pensar "joder, duele".

Echas mano de toda la comprensión y empatía de la que dispones, y ni tú sabías que aún te quedaba tanta paciencia en el frasco, para pensar un "bueno, no pasa nada. Probablemente en su lugar yo haría lo mismo", aunque sepas con certeza que no es así, que tú no harías lo mismo. Con razón te sientes idiota buscándole luz propia a la Luna. Con razón no entiendes de dónde te salen las fuerzas para seguir dibujando y cantando a veces.

Total, que esta noche he cocinado sopa de cebolla. Y no estaba tan deliciosa como la última que probé, pero era justo lo que necesitaba en esta fría noche del Lunes. Y supongo que con lo demás que venga pasará lo mismo.


jueves, 19 de abril de 2018

Mały

I hear him, like a gentle murmur in the peacefulnes of the night, breathing deeper. It's an internal moan, between lament and damnation. "Again, -I think- he is not able to sleep." And with agile and warm movements, I feel him this way changing repeatedly positions.

I don't understand very well howcome, his presence brings me peace.

I hunt his breath with my nape, as if it was spring air after the long winter. "If he hugs me it means he likes me"

And it doesn't take long until he punts his arm around my ribs, and he presses me warmly against himself. Suddently I realize I've been millimeter made to fit on him, as commissioned. And his shoulder perfectly fits the angle of my nek that rests on it. It's winter, but it's not cold anymore. I forget about everything. I forget about his past, about my present, and I forget that he is not able to say me that he is happy with me, because his breast breathing against me says much more. It tells to me that we are not aware of how much we would miss each other if this fate wouldn't have played to get us together, in that precise moment in which two devastated hearts needed urgently to be rehabilitated.

Today I believe that eternal passions, as Oscar Wilde used to say, come promptly to an end. Patience, affection, understanding, time and the desire to make someone else happy result in true love.

Today I certainly know the hearts are made by crystal, the same one as his wine glasses, delicate and fine crystal. So fragile that it can be broken with just an idea, and get cut anybody who try to repear it.

We were two broken hearts cutting each other. From fearness and pride it's so difficult to see clearly who is getting close to you, and even more difficult to let him do it. We had to "learn" each other. To discover that different doesn't mean worse. We had to let it be.

I felt him opening his armor, and letting me get into his world of confessions, where we talked for hours, where there existed before only discussions with himself.

He is calm sea. He is safeness and protective hug in a forest. He is mirth in a car listening Batman soundtrack. He is skating with my dog in the gear. He is a storm day with movie included. He is Haribos with smile in the background. He is slow breathing in a siesta in Malaga.

So I said myself, "just give me time". There is so many little things I would like to share with you. I want to tell you secrets that only I know, and see you smiling while hearing them. I want to show you my world, my small land and my people, my movies and books, my food, my art, my past. So there will be a moment that you can read my thoughts, and there will be a moment you want me to read yours.

We embark together again in our favourite morning practice. I feel that I just want to caress his skin, and that he says me name, that he repeats it, because I swear nobody had made it sound so good before. Last sigh, and I wait. "Please, kiss me in the cheek.-I keep thinking- Please do it". Because these little things are the ones that make me feel all what he doesnt say.

He caress me, first with the hand, and then with his lips, and he smiles to me, drowning me in his crystal sapphire eyes, where I would like to spend the whole day. Time doesnt exist. It wouldn't make sense.

viernes, 16 de junio de 2017

Todo

Recientemente se sucede que reflexionas afligido, melancólico, sobre todo aquello que, según tú, no eres. No hablo por hablar cuando te digo, te prometo, que me pesa como piedra en el pecho el oírte así, porque por desgracia los Km hacen imposible un abrazo. Por esto he decidido escribirte algo, papel mojado quizás, para decirte que sí, que hay muchísimas cosas que no eres, pero que lo realmente importante es todo lo que sí eres : Eres Napoleon y Laffayette, sacando sonrisas de 4 años en cuerpos de 26. Eres la canción del opening de “Death Note”. Eres Golden Retriever al llegar a casa. Eres Tapón, con su gorra de los Yankees, tratando de salvar a Indiana. Eres Ross, Monica, Chaendler, Phoebe, Rachel y Joey cuando necesito reír. Eres helado de tarta de queso. Eres Finn y al mismo tiempo eres Jake. Eres los 10 primeros minutos de Up, y lo que quisiera que fuera mi vida resumida en esos 10 minutos. Eres la Selva Negra en invierno. Eres 1920 en “Le Chat Noir”. Eres Kvotte gritándole al viento. Eres Burt Lancaster en “De Aquí a la eternidad”, Gregory Peck en “Matar a un Ruiseñor”, Cary Grant en “Historias de Filadelfia”, James Stewart en “La soga” y Paul Newman en “La gata sobre el tejado de Zinc”. Eres Chihiro descontaminando a Haku, el río. Eres Thai. Eres Muerte entre las Flores. Eres paseo en bicicleta por Amsterdam. Eres Gus cogiendo todos los granitos de maíz. Eres cada nota de la caja de música de La Muerte tenía un precio. Eres gato Cheshire cuando necesito encontrar el camino. Eres Catalina. Eres Yugoslavia comprado en Serbia. Eres historia contada linda. Eres un aldeano robándome oro. Eres el Son de Notre Dame con risas por en medio. Eres The Artist. Eres cita de Groucho Marx y espectáculo de Les Luthiers. Eres un episodio antiguo de los Simpson. Eres Zaz en Montmartre Eres Arquímedes “sensitivo”. Eres Orfeo intentando no perderla. Eres la última gota de la clepsidra de mi espera. Eres Mastín Napolitano. Eres jugar a que me matas de un ataque de miocardio escaleras abajo. Eres La Abadía. Eres León. Eres paz. ¿Te das cuenta? Tú sólo miras aquello que no eres, y yo sólo veo que para mí eres todo.

viernes, 22 de enero de 2016

Haat


He pensado cientos de veces como comenzar esta carta, y en todos los intentos he fracasado. Lo único irrefutable es el destinatario. Porque se me escapan, sigilosas entre los dedos, las palabras, y es irrisorio, cada vez que lo pienso, buscarle sentido a la huella del paso del tiempo y a cómo la distancia cumplió su promesa. Pero duele, duele de manera desorbitada cuando pienso en cómo me quisiste. Y es que cómo me quisiste. Me viene a la memoria aquella época en la que sabía, porque era una realidad, que darías la vida a cambio de la mía. Aquellos días en que las horas se nos quedaban pequeñas, en que compartirnos lo era todo. Aquel tiempo, que queda ya lejos, en que no soportábamos dos días sin vernos. Y no puedo más que odiarte. Te odio por ser consciente de que besaba por donde pisabas, y de igual manera sabías que para ti ya no era lo mismo; por tu sonrisa perfecta, tu olor; te odio por hacerme sentir la mujer con más suerte en este mundo, para después llevártelo todo; te odio por tus brazos, que fueron milimétricamente calculados para que yo encajase en ellos; por cada caricia protectora; te odio por haberme dejado ser desmesuradamente infantil a tu lado, porque ya no quiero serlo con nadie más; por consentirme ser “un vampiro energético”, lo llamaste. Te detesto por tus lecciones de historia en cada viaje; por las sinceras carcajadas y las cosquillas dolorosas. Te odio por ser tú, pero sobre todas las cosas te odio porque no hay otro como tú. Y tan fervientemente como te odio, te quiero y te querré siempre.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Prometimos que viviríamos en la casa de Bilbo Bolson.

Someone like you

Hace unos días Paris fue víctima de unos terribles atentados, y yo no pude más que encontrarlo fríamente irónico. Paris fue aquella ciudad en la que deposité mi alma y todos los recuerdos ligados a ti. Donde puse mi corazón. El lugar que por primera vez visitamos juntos, el viaje perfecto, lleno de paseos por El Sena, y donde volveríamos tarde o temprano, porque era nuestro. Paris siempre olerá a ti. Y hace unos días Paris se rompió, conmocionando al mundo, y a mí, que no pude más que llorarlo en silencio. Ni siquiera me atreví a opinar, porque pensar en esa ciudad es pensar en ti y es, ahora, pensar en triste. Te sorprenderá que te diga que no me permito llorar, tú que me has visto hacerlo con anuncios de Coca-cola, cuando Chaedler le pide matrimonio a Mónica,  cuando Eowyn mata al Nazgul por su padre o en las cien mil quinientas veces que hemos visto juntos los 3 primeros minutos de Up. Pero eso sólo son tonterías, y una puede darse el lujo de llorar por tonterías. Cuando estás mal realmente, cuando todo es gris y el problema es serio, cuando quieres tumbarte en la cama y que los días tan sólo pasen de largo, entonces tienes que ser fuerte, y no puedes llorar, porque eso terminaría por derrumbarte. Es difícil, no voy a decir que no, y me siento fuerte, más fuerte que nunca, porque no pensé que pudiera seguir respirando una vez acabases conmigo. Pero la vida sigue, y el consuelo más fuerte que me queda es pensar que no salgas del todo de ella. Sigues siendo ese pilar fundamental que da sentido a las cosas, el único que va a entender mis ataques de nervios, que en su día te prometí controlar. El único con el que compartir nuestra afición por el buen cine, por viajar, el que me enseñe historia con tanta paciencia, que aguante todas mis innumerables manías, me haga los coros con las canciones de Disney y apague mis monólogos con un beso. Siento escribir esto, pero siempre has sabido que escribir es mi mejor manera de desahogarme, mi propia terapia para el alma. Qué más puedo decir, siempre nos quedará Paris.

jueves, 3 de septiembre de 2015

El empeño

Sus fuerzas se fueron desvaneciendo lentamente, como una fina capa de polvo que levanta una mano al deslizarse. Hoy le es casi imposible recordar al hombre del que se enamoró. Las caricias, esas miradas que hicieron se sintiera deseada, los detalles con los que la conquistó, como aquel barco de papel enjaulando la promesa de protegerla siempre. Sí recuerda sin embargo sus ganas de volar, y aquel miedo que la había abrazado siempre, ese temor a quedarse sola. No es su culpa, se repite. He de ser comprensiva, se convence.
Con 32 años comenzó a quedarse ciego. Aquel amante imbatible de la lectura, adicto al cine e inversor de horas en museos. Fue rápido. A los pocos meses sus ojos sólo eran aptos para llorar, mientras ella incansable trataba de secarlos.  Veía sombras, según decía. Y las sombras le torturaban bajo la máscara de la esperanza, burlándole, haciéndole ver obstáculos inexistentes, abrigando la ilusión de no perder completamente aquel sentido. Se convirtieron en sus aliadas y su mayor enemigo al mismo tiempo. Dejó su empleo, o éste le abandonó a él, y pasaba los días en casa, escondido, con un pánico incontrolable a salir a la calle. Podrían verle confuso, guiándose con el tacto de las paredes, sin saber volver a su casa, o incluso tropezar y caer. Podrían robarle aprovechándose de su estado. No estaba preparado. Ni siquiera abría la puerta al cartero. Únicamente esperaba, la esperaba a ella. Fue durante años su único refugio, ella le leía por la noches, le llevaba a pasear, le ayudaba con el braille, con el bastón. Colocó hilos por toda la casa para guiarle. Se encargaba de todas las tareas de la casa. Le abrazaba, consolaba, le amaba. Le deseaba como el primer día, y por la mañana, volvía a trabajar. Nunca salió de aquellos tiernos labios ni una sola queja, y eso le frustraba aún más. El sentirse tan dependiente e imposibilitado, y especialmente tan asustado, le hacía enfurecer. Si ella decidía irse, su mundo se caía. Tuvo que empeñarse en cortar las alas de las que se había enamorado.
Aquel terrible miedo le dio tregua un penoso día. El mismo en que comenzó a beber. Solo o con amigos, daba igual. El alcohol mitigaba el dolor, todos los males se desvanecían. Aparecía tirado en las aceras, perdido en callejones, y ella…Ella limpiaba los vómitos, recibía llamadas de desconocidos para que fuese a buscar a “un ciego borracho”, pasaba noches en vela tratando de darle caza y en su tiempo libre, lloraba. Lloraba sola y sin consuelo por no poder hacer desaparecer el sufrimiento de su marido. “Sé comprensiva, él sufre”, se decía.
Una de esas noches en las que él llega ebrio y ella espera pacientemente discuten. Porque todas las velas se han consumido en la casa y él no es capaz de verlo, y la única manera que tuvo de saber que su mujer lloraba fue con aquel golpe. Ahora sí, se hace el silencio y cambian los papeles. Ella está asustada y él cae al suelo entre lágrimas, consciente del error, ruega perdón. Duermen abrazados hasta que amanece, él palpa la cama y ella no está.
-Te vas, ¿verdad?
-Nos vamos, los dos. Vamos a conseguir que te cures.
-Cariño, no voy a recuperar la vista, ya oíste a los médicos.

-No es la vista de lo que estoy hablando. Puedo ser los ojos de un hombre ciego, pero no la razón de un loco. Y el de la pasada noche, el de las pasadas doscientas noches, no estaba cuerdo. Así que nos vamos. En las maletas sólo hay ropa y libros. Te voy a llevar a oler los bosques de Noruega, que pruebes su miel y sientas su frío en la piel. Que palpes la nieve. Que percibas el viento en un trineo guiado por perros, que adviertas que existe mucha vida más allá de lo que sólo puedas ver. Voy a describirte la aurora boreal con todos los detalles, y a cantarte como es un amanecer a las doce de la noche. Y cuando descubras lo maravillosa que aún es la vida, cuando te sientas con fuerzas para comerte el mundo, volveremos.