martes, 1 de marzo de 2011

La danza de las manos


Ya ha comenzado a mover las manos. Me habla parsimoniosamente al oído izquierdo, porque quiere que escuche cada una de sus palabras, pero sólo oigo la melodía que entona. Y continúa ese gracioso baile con la mano izquierda, ingenuo, gira la muñeca una y otra vez…está nerviosa, y esa es su teatrera forma de expresarse. Dedos de pianista que van y vuelven, de su pecho al aire, del aire a recoger su pelo, detrás de la oreja para acabar en su cuello, allá donde hace unos días la besaba. Parece dirigiera una pequeña orquesta, y sus ínfimas manos manejan una batuta invisible. Ese baile siempre me ha perdido, tan cadencioso, tan apacible y dócil, enreda y desenreda sus dedos en el aire, y hasta él se postra ante esta danza. Sino la conociese tanto pensaría que me provoca espantando sus negras melenas del rostro, que ahora parece el de una niña que nunca ha roto un plato. Estoy esperando que me descoloque con alguna de sus sentencias, revelará todo lo que piensa con algún aforismo que no venga al caso, me reiré, porque siempre se me hace inevitable, para luego reflexionar durante días la razón de su dictamen. Cierta vez, recuerdo, afirmó que “la vida le cansaba”. –No, me dijo, no pienses que estoy cansada de la vida…quiero decir que la mejor vida, es la que te cansa…el mundo está loco- afirmó meneando la cabeza, y su lisa melena negra la acompañaba con gracia- las apariencias engañan…pero la cara es el espejo del alma, no es oro todo lo que reluce, lloramos de risa, la comida más rica es la que más engorda y la mejor vida cansa…jugar con mi perro me cansa, que me hagan cosquillas me cansa, salir de fiesta me cansa, hacer el amor me cansa…pasear contigo me cansa….probablemente cuando me veas cansada es porque he tenido un buen día…- ha vuelto a sacarme una sonrisa, pensé, y ahora me resulta imposible hacer algo grato sin meditar si acaso me cansa.
La conocí, maldito el día, dejándola, por hábito de esta cansina sociedad, pasar delante de mí en un bar, y con esa pícara sonrisa que acostumbra a pintar de carmín, por el simple hecho de desafiar a los desconocidos, observó –No será que quieres mirarme el culo, ¿verdad?.
Sus ojos brillaban de alcohol el día que afirmó no estar borracha, sino ebria de poder. Una tarde, se quedó mirando fijamente al videoclub, garantizándome que no le haría falta ir hacia él, sino que lo atraería para ahorrarse la caminata
-Creo que no funciona, debe ser que no estoy suficientemente concentrada hoy.
Y si no había una película buena en el cine –Bueno, decía, vamos a ver una mala y te meto mano-. Siempre sonreía, porque a mal tiempo buena cara. Pero cuando estaba nerviosa…se le hacía inevitable bailar con la mano, en sucinto tiempo comenzaría a rascarse la espalda. Acertando cada uno de sus movimientos, esperaba allí de pié, con su voz metida por mi oído, aquella aplastante condena con la que pondría fin a la conversación. Vamos princesa, di algo absurdo que me descoloque. No lograría ver una lágrima asomarse, ni siquiera de paso, porque siempre fue demasiado orgullosa para admitir que algo le dolía.-Nunca me ha hecho demasiada gracia la gente de Bilbao-dijo, por fin-se enfadan si dices “Bilbado”, aunque sea borracha, y son un tanto brutos-ha dejado de mover la mano, está más tranquila, y se la intento coger para que entienda que aún sigo aquí, esperando que continúe lo absurdo de su monólogo, porque sé que llegará a tener algún sentido- pero en esta vida todo da vueltas y vueltas, y es como una de esas peonzas que en un momento dado ya no sabes si gira a derecha o izquierda, y termino haciéndome amiga íntima, estrechando lazos que nunca pensé pudiera tener con alguien, con una chica de Bilbao, y toda la gente que la rodea resulta ser adorable.- Esta vez soy yo el que le recoge el pelo detrás de la oreja y, sin ánimo de parecer insensible, le ruego que vaya al grano.- Unamuno-explica- es de allí. Y me ha venido a la mente una reflexión del mismo: “aunque lo creamos por autoridad, no sabemos tener corazón, estómago o pulmones mientras no nos duelen, oprimen o angustian. Es el dolor físico, o siquiera la molestia, lo que nos revela la existencia de nuestras propias entrañas. Y así ocurre también con el dolor espiritual, con la angustia, pues no nos damos cuenta de tener alma hasta que ésta nos duele”…y creo que este encogimiento de pecho que me comprime, es la consciencia de tener alma que tú me causas.
- Ojala, pequeña, pudiera acceder a tu cabeza.