lunes, 20 de septiembre de 2010

just snow

Intento, nuevamente, saltar a la comba entre las olas de nieve que me envuelven. Trazando una y otra vez distintas curvas, procurando dibujar con cada movimiento algo diferente. Algo que demuestre que soy distinto.

Últimamente tengo infinidad de discusiones conmigo mismo, más de las que querría. En ellas dispongo de todas aquellas convenientes respuestas que no te di en su momento. Ni a ti ni a ellos. A todos los que, recientemente, me han fallado. Y con cada levantar de blanca nieve soy más rápido en las réplicas, y eres tú, esta vez, la que no tiene nada que decir. La que espera estática que la razón se le presente. Tenía tanto que reprocharte, y sólo ahora, camuflado en este arropador traje, se manifiestan en mi cabeza. De modo que esta injusta fortuna despierta mi ira, la cual procuraré extinguir con el próximo salto, borrando tu cara de mi mente entre el congelador polvo que no cesa de arrollar. Suprimiendo cada una de las disputas que he tenido, cada una de las diferencias, con todos los que sugirieron en su época ser amigos…o contigo. Se supone que esta es mi única distracción, la que logra sacarme del negro pozo en el que se hunden los días gracias a cada uno de mis comederos de cabeza…gracias a ti; y aún así ahí continúas, escuchando el total de las mil respuestas que he sido capaz a darle a nuestra última pelea en mi pensamiento. En mi perfecto e imaginario mundo. Donde sólo estamos la nieve y yo. Donde tú siempre pierdes los enfrentamientos. Me aproximo a un cajón. Espero que éste sea el que consiga eliminaros a todos.

domingo, 12 de septiembre de 2010


Anoche, volví a sentir la singular necesidad de dormir desnuda. Es invierno, las horas de mis días se llenan de lluvia y el aire huele a tierra mojada. Hace frío, más ahora que no estás para espantarlo, pero recurro a las suaves sábanas de franela, aferrándome a ellas encogida en mí misma, impidiendo que mis ojos, que se acostumbraron a tí y ahora no resuelven mirar a otro, derramen la lágrima que ahogue esta soledad a la que aún no me he adaptado. Cavilo, durante breves instantes de demencia, llamarte. Olvidé, sin embargo, que hacía tiempo ya me había desprendido de tu número, al recapacitar y encontrar incoherente la idea de conservar el teléfono de alguien que no te habla. Alguien incapaz de escuchar tu voz sin estremecer. Diferencia de temperamentos, explicamos a nuestros allegados, a los curiosos...a nosotros mismos. Sé que al principio sentías ciego rencor al recordar mi nombre. Sé que esquivabas las que fueron mis crudas palabras en tu razón. Yo, que por aquel entonces no padecía más que una sensata compasión, pronto percibí la magnitud de mi equívoca decisión. Ya fuera por la nostalgia que evocaban tus recuerdos en la casa, por las quemaduras en la cocina que ya no estás para curar, por la falta de alguien que me arrope cuando me quedo dormida en el sofá...sólo repito en mi entendimiento...equívoca decisión. Ha sido en esta tarde de lluvia, de olor a tierra mojada, que te he vuelto a ver. La larga cola en la panadería camufla tu reciente presencia, ni siquiera he sabido reconocer tu voz entre el murmullo del saludo generalizado. Pero tu olor...ah....habituada ya a odiar a todo aquel que usa tu perfume, a no quedarme abatida ante la ráfaga fugaz de tu fragancia en la figura de algún transeúnte, cuya abandonada estela podría seguir cerrando los ojos incluso....es ese olor el que me obliga, inconscientemente, a girarme. Y allí estás tu, tímido, como siempre. Será esa sonrisa impávida la que destroce todos mis esquemas. Sabes, por uno u otro motivo, que estoy más que compungida. Eres consciente de que te rogaría ahora mismo que esta noche ahuyentaras mis pesadillas. Son eternos los minutos que pasan antes de que nos atiendan, y tu vuelvas al coche donde ella te espera, en el asiento del copiloto, mirando vuestras fotos en la misma cámara donde ayer yo miraba las nuestras. Bonitos verdes ojos los que ahora te acompañan. Insisto, equívoca decisión...