domingo, 7 de febrero de 2010

El adios

Se resignan a escaparse tus gélidas palabras de mi cabeza. Siguen clavadas, sin pensar tan siquiera que la expresión "amigos" pudiera hacer tanto daño. Da igual cuantas veces entre y salga de la ducha, seguiré sintiéndome igual de sucia, igual de imbécil, igual de soñadora e ilusa...igual de cansada en una época en la que dormir cinco horas es todo un récord. Pero estudiar se hace imposible, y comer inviable. No es necesaria la comida para mojar la almohada con lágrimas. Detesto haberte llorado al teléfono, llevaba todo el día prometiéndome a mí misma que no lo haría, o haberme visto tan indefensa echada en la cama, con nada más que una toalla, al salir del baño. Aborrezco preocupar a la gente que me quiere por mi estupidez. Sólo deseo que pasen pronto los días en que todo me recuerda a tí, los días enamorada de tus defectos, los mismos en que he dejado de ver películas buenas porque todas tienen algún resquicio de alusión que no me permite continuar...tendré que pasarme al mal cine. No puedo culparte, dejaste claras tus intenciones, sólo yo en un absurdo intento de convertir lo efímero en eterno pensé que quizás pudieras sentir algo por mí, algo que sentiste por otras y que yo no supe sacar de tí. Tan sólo me queda decir adios.

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