domingo, 14 de agosto de 2011

Mi última estación

Todos fueron absoluta y completamente necesarios. Ahora lo sé. Cada error, cada movimiento en falso, cada una de las piedras que intentamos en vano sortear, y con la que se tropezó el hilo que juntos trazábamos, para separarse en dos hebras, que sonreirían a distintos porvenires.

He caído en la cuenta, quizás más tarde de lo que debería, de que no hubo ni uno de todos ellos prescindible.

Entonces lloré, a pesar de haberle prometido a todos mis fragmentos de conciencia no hacerlo, y grité en susurros al aire, furiosa con todo aquello que nos unió para posteriormente jugar a distanciarnos. Creí no iba a encontrar nunca a alguien a quien querer como a ti, a quien volver a sonreír por la mañana. Concebí imposible un futuro sin tus caricias, por todas esas casualidades que parecían estar escritas para enlazar nuestras vidas, por todos aquellos sucesos, momentos, segundos eternos y a la vez tan efímeros, que no podían sino formar parte del plan existente para nosotros.

Erré. Fatídicamente, y de nuevo; estaba equivocada. Soy consciente ahora de que eres una estación en la que mi tren hubo de parar antes de continuar su camino, y de que cada fallo fue cometido para no repetirlo en el destino final de este viaje.

Espero seas capaz de verlo de la misma forma, y poder decir como yo que recuerdas con cariño esa etapa de tu vida, que no tienes sino un dulce sentimiento de amistad, y que sonríes gratamente cuando te preguntan por mí.

Quería agradecerte el abrazo que me ofreció tu parada, pues ahora he de continuar el sendero que traza la férrea vía del sino, dejando la huella de mi vagón, que espero sepas cómo conservar.

Quizás no tenga tanta suerte de estar en mi última estación, tal vez queden muchas aún. Pero puedo afirmar que es un espacio cálido y agradable, y que hace cómoda y feliz mi estancia en ella. Procuro día a día no cometer los mismos errores que vi escapar entre mis manos contigo, aprender a rematar los bordes descosidos que el tiempo y la distancia acostumbraron dejar a la vista, a abrazar la confianza y alejar todos los miedos que nos dejaron ciegos, sordos y mudos en nuestra experiencia. Estoy aprendiendo a querer de verdad, a darlo todosin esperar siquiera una sonrisa, un delta de arrugas en el vértice de unos ojos. Estoy aprendiendo a aprender. Es a lo que muchos pretenden referirse como madurez, o crecer a partir de los errores. Es lo que yo bautizo como avanzar en la vía de la vida.

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